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sábado, 16 de abril de 2016

Una parte de mi vida a olvidar IV.

   Pues creo que ha llegado  el momento, una vez pasadas todas las fiestas de abril, de continuar con este peregrinaje mío por los mandriles.
   La situación era bien sencilla y  a la vez arto complicada.     Estaba fuera del alcance de la influencia de la residencia evangelista pero, no tenia un duro, no tenia a quien llamar y no conocía a nadie en Madrid. Buen panorama.¿alguien puede hacerse una remota idea de cómo me sentía?
   Me senté a las afueras de las puertas de atocha sobre mi macuto y vi frente a mis dos cosas que me llamaron mucho la atención. Cientos de taxis y de furgones antidisturbios habría como unos veinte.
   ¿Qué se te pasa por la cabeza? Pues coger un taxi y decirle que  le vas a pagar cuando llegues a Sevilla, pero ¿con qué dinero? ¿Quién iba a hacerse responsable de mi trayecto que podría ser unas diez mil pesetas o más?
   Así que una luz me iluminó y decidí dirigirme a los antidisturbios.
   Les explique cuantos eras mis andanzas desde que salí de Sevilla y ellos decidieron llamar al Samur como emergencia social.
   Los tres antidisturbios y yo nos quedamos con la boca abierta cuando desde el Samur nos dijeron que lo mío no era un caso de emergencia social ya que era yo quién había decidido salirme del centro.
   Los policías valoraron la situación y vieron que no estaban tratando con un ser sin escrúpulos o un caradura sino con un chico que andaba algo desorientado en este bagaje que es la vida. Así que les dio un poco de lastima y entre los tres y sin decirme nada me mandaron de nuevo al centro, pero con una pequeña sorpresa.
   Yo me he enterado muchos años después pero en el momento no sabia nada. Ni me lo imaginaba.
   Me hicieron volver al centro. No me juntaron con los demás residentes sino que me pusieron una sombra y estuve como desde las ocho hasta las diez vigilado constantemente. A las diez me llevaron a la estación de autobuses de Vallecas y me montaron en un autobús con destino Plaza de Armas, Sevilla.
   Yo no me lo podía creer. Me parecía extraño que la comunidad evangélica me pagara la vuelta a cas pero eso era lo que yo creía al principio.
   Llegue a Sevilla a las cinco de la mañana y fui a busca a la única persona que me conocía lo suficiente como para saber que yo era un enfermo del alcohol, un alcohólico y que durante los diez años posteriores a la muerte de mis padre, me había dedicado a buscar en mí ese alcohólico que aliviaba las sin razones de la vida, porque la muerte de mis padres son sin razones de la vida.
   Empecé a caminar dirección parque Alcosa y con la finalidad de hablar con mi súper prima. Llegue a las siete de la mañana o quizás un poco más tarde. Ella me abrió las puertas de su casa y continuo con la labor de recuperar al Pedrito que estaba escondido detrás de un mundo que no era el que más se le parecía, sino que era el que no tenia más cojones que mamar.
   Me entere que el billete lo habían pagado los policías y por eso les estaré eternamente agradecido. Pero ¿cómo puede ver un extraño que uno no tiene la suerte de encontrarse en su mejor momento y las personas que te conocen parece que no quieren darse cuenta? Porque nadie quiere problemas.
   Eso era lo único que podía explicar todo mi periplo por Madrid. Los que por algún motivo o lazo estaban cerca de mi veía un problema. Yo creo que hubieran preferido que estuviera muerto a que sintiera unas ganas enormes por vivir.
Lo único que me quedaba era superar la muerte de mis padre y tengo que decir que ha día de hoy sueño con ellos un día si y otro también. Jamás los olvidaré.
A ellos y a la persona que siempre confió en mí porque me conocía y porque estaba dispuesta a pasar por ratos desagradables con el propósito de recuperar al

Pedrito van dedicadas esta cuatro historias en la que he intentado explicar como tuve un ángel desde el cielo que iluminó mi camino y que sin el hoy probablemente seguiría en Madrid, tirado por las calles y alcoholizado.

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