Una parte de mi vida a
olvidar IV.
Pues
creo que ha llegado el momento, una vez
pasadas todas las fiestas de abril, de continuar con este peregrinaje mío por
los mandriles.
La
situación era bien sencilla y a la vez
arto complicada. Estaba fuera del alcance de la influencia de la residencia
evangelista pero, no tenia un duro, no tenia a quien llamar y no conocía a
nadie en Madrid. Buen panorama.¿alguien puede hacerse una remota idea de cómo
me sentía?
Me
senté a las afueras de las puertas de atocha sobre mi macuto y vi frente a mis
dos cosas que me llamaron mucho la atención. Cientos de taxis y de furgones antidisturbios
habría como unos veinte.
¿Qué
se te pasa por la cabeza? Pues coger un taxi y decirle que le vas a pagar cuando llegues a Sevilla, pero
¿con qué dinero? ¿Quién iba a hacerse responsable de mi trayecto que podría ser
unas diez mil pesetas o más?
Así
que una luz me iluminó y decidí dirigirme a los antidisturbios.
Les
explique cuantos eras mis andanzas desde que salí de Sevilla y ellos decidieron
llamar al Samur como emergencia social.
Los
tres antidisturbios y yo nos quedamos con la boca abierta cuando desde el Samur
nos dijeron que lo mío no era un caso de emergencia social ya que era yo quién había
decidido salirme del centro.
Los
policías valoraron la situación y vieron que no estaban tratando con un ser sin
escrúpulos o un caradura sino con un chico que andaba algo desorientado en este
bagaje que es la vida. Así que les dio un poco de lastima y entre los tres y
sin decirme nada me mandaron de nuevo al centro, pero con una pequeña sorpresa.
Yo
me he enterado muchos años después pero en el momento no sabia nada. Ni me lo
imaginaba.
Me
hicieron volver al centro. No me juntaron con los demás residentes sino que me
pusieron una sombra y estuve como desde las ocho hasta las diez vigilado
constantemente. A las diez me llevaron a la estación de autobuses de Vallecas y
me montaron en un autobús con destino Plaza de Armas, Sevilla.
Yo
no me lo podía creer. Me parecía extraño que la comunidad evangélica me pagara
la vuelta a cas pero eso era lo que yo creía al principio.
Llegue
a Sevilla a las cinco de la mañana y fui a busca a la única persona que me conocía
lo suficiente como para saber que yo era un enfermo del alcohol, un alcohólico
y que durante los diez años posteriores a la muerte de mis padre, me había
dedicado a buscar en mí ese alcohólico que aliviaba las sin razones de la vida,
porque la muerte de mis padres son sin razones de la vida.
Empecé
a caminar dirección parque Alcosa y con la finalidad de hablar con mi súper
prima. Llegue a las siete de la mañana o quizás un poco más tarde. Ella me
abrió las puertas de su casa y continuo con la labor de recuperar al Pedrito
que estaba escondido detrás de un mundo que no era el que más se le parecía, sino
que era el que no tenia más cojones que mamar.
Me
entere que el billete lo habían pagado los policías y por eso les estaré
eternamente agradecido. Pero ¿cómo puede ver un extraño que uno no tiene la
suerte de encontrarse en su mejor momento y las personas que te conocen parece
que no quieren darse cuenta? Porque nadie quiere problemas.
Eso
era lo único que podía explicar todo mi periplo por Madrid. Los que por algún
motivo o lazo estaban cerca de mi veía un problema. Yo creo que hubieran preferido
que estuviera muerto a que sintiera unas ganas enormes por vivir.
Lo
único que me quedaba era superar la muerte de mis padre y tengo que decir que
ha día de hoy sueño con ellos un día si y otro también. Jamás los olvidaré.
A
ellos y a la persona que siempre confió en mí porque me conocía y porque estaba
dispuesta a pasar por ratos desagradables con el propósito de recuperar al
Pedrito
van dedicadas esta cuatro historias en la que he intentado explicar como tuve
un ángel desde el cielo que iluminó mi camino y que sin el hoy probablemente seguiría
en Madrid, tirado por las calles y alcoholizado.
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