
Los cascos de su caminar resonaban en el eco de la noche.
La luz de la luna llena era la que le guiaba por aquel camino. La espada y el escudo los llevaba en
la parte que se unía su instinto animal y su raciocinio humano. Esa línea de bello
pelaje que no pertenecía ni a la bestia ni al humano sino al ser. Iba mordiendo
una manzana. Fruta favorita entre los manjares que se permitía, porque un
guerrero de su talla era apreciado y más si demostraba el arrojo y el coraje en
la batalla como lo había demostrado él. Tiró el corazón de la manzana a un lado
del camino. Saco otra fruta del canasto que le colgaba al lomo. La degustó
igual que la anterior. Como un manjar. En la mañana había gastado muchas energías
y ahora lo que deseaba era retirarse a Tesalia para sacar sus más bajos instintos
y tomar a una centaurides en copulación. No había nada después de la batalla
que le calmar más que satisfacer sus inclinaciones más animales. Porque su ser
estaba siempre rigiéndose por inclinaciones. Unas veces se adueñaba la bestia
de la mitad humana y otras, con malos modales y grosero comportamiento ante los
humanos, el resto de persona que quedaba en él se afianzaba por encima de la
bestia.
Mientras contemplaba el cielo buscado señales de las
estrellas que le auguraran su vuelta a
casa le asaltaron en el camino unos forajidos. De un certero machetazo le
quitaron la cesta que llevaba al lomo. Uno se puso en su flanco derecho, otro
en el izquierdo y el último le obstruía
el paso al frente.
-¡danos todo lo de valor que tengas, caballo!- digo el
que estaba al frente de él con una espada de puño dorado. Eso le hizo pensar
que no eran simples cuatreros sino guerreros que esta mañana podían haberse cruzado
con él en la batalla. Pero no recordaba sus caras y si buscaban botín lo iban a
despojar de sus pertenencias. No le dio tiempo a pensar cuando desenvaino su
espada y echo en su brazo derecho el escudo que le protegería de los mandobles.

-no llevo más que lo me habéis quitado de una certera
maniobra de emboscada. No puedo
satisfacer vuestras necesidades. Así que dejarme marchar y os quedáis con el
oro y las frutas que tenía en la bolsa. Sois tres y yo solo uno y por lo que
veo os manejáis bien con las estrategias
y las armas. Solo deseo llegar a casa y descansar. La batalla de esta mañana me
ha agotado mucho. Os pido que me dejéis marchar- dijo el centauro interpelando
a la dignidad del guerrero y no a las bajezas de los cuatreros.
Los tres soldados se miraron y asintieron. Si no tenía
nada más que ofrecer que necesidad de luchar con la posibilidad de tener una
baja. Habían sobrevivido a la batalla. esto sería un extra por tener la fortuna
de ser tres. Pero mientras se miraban unos a otros asintiendo y dando por
valido el trato que proponía el centauro, con su mano izquierda, de un certero golpe le quito la vida al que le había
quitado a él antes el canasto. Levanto sus cuartos delanteros y intentó pisar
al que le obstruía el paso. Como este cedió empezó a galopar no si ante recoger
lo que era suyo, su oro y sus frutas. –No te tenían las estrellas reservado un
regreso tranquilo a casa- se dijo a si mismo mientras galopaba cola al viento. Gotas
de sudor recorrían su cuerpo. Cuando ya había recorrido unos cuantos kilómetros
y se sentía seguro, cogió otra manzana y se deleito de su artimaña.-les falta
el rasgo atávico de todo animal. La cultura les ha domesticado. Se creía listo.
Pues más inteligente a sido esta bestia, jajajaja.
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