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miércoles, 13 de enero de 2016


     Desde que se levantaba por la mañana solo tenía un pensamiento. Se acostaba intentando cubrir las necesidades del día siguiente. No sabía cómo lo iba a conseguir pero su adicción en lo único que le permitía pensar era en cómo conseguiría dinero para la próxima litrona. Vivía esclavizado en una nube de alcohol. Solo pensaba en ello e iba abandonando todas las cosas que le ataban al mundo real. Él, con tener lo suficiente para tomarse la siguiente copa, tenía bastante. Ese era el único problema que le preocupaba: tener dinero para la siguiente.
     Vivir así es vivir condenado. El creía que estaba avanzando hacia adelante. ¿Qué malo tiene el alcohol si todo el mundo bebe? Pero no como tú. Había pasado la línea que separa el bebedor social del alcohólico. Esa línea no tiene marcha atrás. Una vez que cruzas esa frontera, eres alcohólico para toda tu vida. Una sencilla copa puede buscarte un gran problema. Puede despertar instintos dormidos que camuflas y comenzar otra vez la escalada al infierno. Porque vivir así es vivir en el inframundo. Con los muertos.
    En un momento de lucidez quiso decir ¡Basta!  Estoy cansado de vivir así. Esto no es agradable. No saco nada de provecho excepto esta todo el día borracho. Si no bebía le faltaba algo y eso ya es dependencia. Se sabía dependiente de él. Tuvo que elegir el seguir adelante y que el alcohol le guiara por esta vida o cambiar. Opto por lo segundo. Ya cientos, y digo bien cuando digo cientos, de personas le habían aconsejado que cambiara, y en un momento de lucidez opto por escuchar esos ecos que venía de una realidad sobria. Lo que le dio que pensar fueron unas palabras de Manuel que le dijo: tú nunca has probado a estar sin consumir nada. Hizo memoria y no le venía a la cabeza ningún momento en que el alcohol no estuviera por medio. Eso le hizo reflexionar desde lo más profundo que puede llegar un hombre a hurgarse.    Solo no podía. Necesitaba ayuda y ya había probado varios centros en los que estaba sin beber mientras se  encontrase bajo vigilancia.
     Por una luz en un momento de lucidez y mientras estaba ingresado en un centro de desintoxicación se le aparecieron las palabras que le abrieron las puertas hacia una nueva vida: tú qué necesidad tienes de perder la dignidad, porque el alcohol lo primero que te quita es la condición de ser humano, y no buscas una vida placentera en la que encuentres en otras cosas ese vacío que hay en ti. Y lucho por buscar una salida al problema. Y lo  único que tenía que hacer era acumular días sin beber. Sobriedad.
     Luego se fue aficionando a las cosas que le gustaban de antes: leer y escribir, pero sobre todo aprender. No ser un ignorante ni un inculto. Tener una idea sencilla de lo que era la vida. Tampoco se consideraba una persona sofisticada pero si necesitaba algo que lo guiara. Que le diera un rumbo y se escudo en los libros. Excelente la hora que decidió cambiar un litrona por  un Premio Planeta. También hubo un proceso de maduración. Ya no era un quinceañero y de él se esperaban cosas buenas, porque en el fondo no era una mala persona. Tampoco era un ser excelente, era un humano que quería recuperar el respeto de los demás y para ello tenía que dejar de beber. Y así lo hizo.
     Pero ya os iré contando más de este personaje que por ahora no tiene nombre. Es un ser sin identificación. Porque puede ser cualquiera. Nadie está libre de las garras de las drogas y me gustaría recordar que el alcohol es una de las más duras. Le puedo pregunta cuando quiera. Lo tengo siempre cerca. Que él mismo tenga ganas de hablar. Que se desahogue y que os cuente los proyectos positivos en los que se ha visto inmiscuido desde que dejo de beber.



PEDRO

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