Desde que se
levantaba por la mañana solo tenía un pensamiento. Se acostaba intentando
cubrir las necesidades del día siguiente. No sabía cómo lo iba a conseguir pero
su adicción en lo único que le permitía pensar era en cómo conseguiría dinero
para la próxima litrona. Vivía esclavizado en una nube de alcohol. Solo pensaba
en ello e iba abandonando todas las cosas que le ataban al mundo real. Él, con
tener lo suficiente para tomarse la siguiente copa, tenía bastante. Ese era el
único problema que le preocupaba: tener dinero para la siguiente.
Vivir así es
vivir condenado. El creía que estaba avanzando hacia adelante. ¿Qué malo tiene
el alcohol si todo el mundo bebe? Pero no como tú. Había pasado la línea que
separa el bebedor social del alcohólico. Esa línea no tiene marcha atrás. Una
vez que cruzas esa frontera, eres alcohólico para toda tu vida. Una sencilla
copa puede buscarte un gran problema. Puede despertar instintos dormidos que
camuflas y comenzar otra vez la escalada al infierno. Porque vivir así es vivir
en el inframundo. Con los muertos.
En un momento de lucidez quiso decir
¡Basta! Estoy cansado de vivir así. Esto
no es agradable. No saco nada de provecho excepto esta todo el día borracho. Si
no bebía le faltaba algo y eso ya es dependencia. Se sabía dependiente de él.
Tuvo que elegir el seguir adelante y que el alcohol le guiara por esta vida o
cambiar. Opto por lo segundo. Ya cientos, y digo bien cuando digo cientos, de
personas le habían aconsejado que cambiara, y en un momento de lucidez opto por
escuchar esos ecos que venía de una realidad sobria. Lo que le dio que pensar
fueron unas palabras de Manuel que le dijo: tú nunca has probado a estar sin
consumir nada. Hizo memoria y no le venía a la cabeza ningún momento en que el
alcohol no estuviera por medio. Eso le hizo reflexionar desde lo más profundo
que puede llegar un hombre a hurgarse. Solo no podía. Necesitaba ayuda y ya había
probado varios centros en los que estaba sin beber mientras se encontrase bajo vigilancia.
Por una luz en un momento de lucidez y
mientras estaba ingresado en un centro de desintoxicación se le aparecieron las
palabras que le abrieron las puertas hacia una nueva vida: tú qué necesidad
tienes de perder la dignidad, porque el alcohol lo primero que te quita es la
condición de ser humano, y no buscas una vida placentera en la que encuentres
en otras cosas ese vacío que hay en ti. Y lucho por buscar una salida al
problema. Y lo único que tenía que hacer
era acumular días sin beber. Sobriedad.
Luego se fue aficionando a las cosas que le
gustaban de antes: leer y escribir, pero sobre todo aprender. No ser un
ignorante ni un inculto. Tener una idea sencilla de lo que era la vida. Tampoco
se consideraba una persona sofisticada pero si necesitaba algo que lo guiara.
Que le diera un rumbo y se escudo en los
libros. Excelente la hora que decidió cambiar un litrona por un Premio Planeta. También hubo un proceso de
maduración. Ya no era un quinceañero y de él se esperaban cosas buenas, porque
en el fondo no era una mala persona. Tampoco era un ser excelente, era un
humano que quería recuperar el respeto de los demás y para ello tenía que dejar
de beber. Y así lo hizo.
Pero ya os iré
contando más de este personaje que por ahora no tiene nombre. Es un ser sin
identificación. Porque puede ser cualquiera. Nadie está libre de las garras de
las drogas y me gustaría recordar que el alcohol es una de las más duras. Le
puedo pregunta cuando quiera. Lo tengo siempre cerca. Que él mismo tenga ganas
de hablar. Que se desahogue y que os cuente los proyectos positivos en los que
se ha visto inmiscuido desde que dejo de beber.
PEDRO
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