UNA FRAGMENTO
A OLVIDAR DE MI VIDA.
Lo cierto es que no comprendo todavía cómo
empezó todo. No se si era la mala situación que estaba pasando, que sea dicho,
era uno de mis peores momentos, pero a lo mejor hubiera habido otro tipo de
solución que no fuera un centro de desintoxicación evangelista.
Lo cierto que a pesar de estar confirmado y
todo, tiendo poco a creer en Dios. Sea el que sea, me parece un pensamiento que
perjudica a la razón de tal forma que la hace confiar ciegamente en cosas
imposibles llegando a pensar que si eres más o menos creyente, serás más o
menos recompensado. Una falacia de idea.
Por circunstancias ajenas a mí. Aquellas
personas que velaban por mí integridad creyeron que la mejor forma de
recuperarme era este centro evangélico, que entre otras cosas no estaba en
Sevilla, sino en Madrid, lugar dónde no conozco a nadie, no conozco la ciudad y
como siempre, no tenia un duro.
De toda la medicación psiquiatrita que
llevaba y que por aquellos entonces necesitaba, hoy el tratamiento es
diferente, me dejaron tomar solo una pastilla por la noche. A un chaval que
estaba dejando la heroína, lo único que le daban eran tilas. Eso se llama pasar
el mono a pulso. Cada vez que me acuerdo de este joven chaval se me ponen los
pelos de punta. Que inhumanos pueden llegar a ser que hacen que pases un mono
de heroína de esta manera. Y se supone que lo saben todo sobre las drogas.
Pues bien yo entre en Sevilla, con todo lo
que tenía en este mundo menos mis libros. Menos mal porque de vuelta en atocha,
como llevaba tanta ropa, tuve que deshacerme de todo y quedarme con lo simple y
elemental que puede necesitar una persona que cabe en un macuto.
Pase una noche en Sevilla, a la mañana
siguiente me mandaron para Madrid, a mitad del camino y no puedo decir a que
altura está eso porque como digo, ni he estado en Madrid ni se como llegar ni
por dónde hay que pasar, nos intercambiaron de coche. A un chico que venia de
Finisterre e iba para Huelva ya mi que iba para Madrid.
Yo me dejaba guiar. No sabia muy bien donde me estaba metiendo pero el único pensamiento que tenía era que si las personas que cuidaban de mi lo habían decidido así era porque sería lo mejor, ¿no? ¿Tú que hubieras pensado?
Fui a un lugar que es famoso por un refrán
castellano que quién sabe cuál fue la primera persona que lo dijo y porque,
pero sin dar mas pistas diré que estuve “entre Pinto y Valdemoro”
Al llegar allí, todo te lo pintan muy bonito,
hasta que empiezas a profundizar en el sistema. La comida no falta, pero mayormente
y en una proporción ingente es reciclada, es decir, lo que los supermercados
van a tirar, incluyendo huevos, por poner un ejemplo, es la base de la
alimentación.
Uno de los primeros trabajos que hice fue
reciclar huevos. Si el huevo estaba malo se iba al fondo del cubo de agua y si
estaba bueno flotaba. Esa técnica tan exacta era la que se empleaba para utilizar
los huevos que estuvieran bien. Basta esto para decir que se comía y cuál era
la calidad. Y allí estaba yo, que a cada minuto que pasaba menos conforme
estaba en complicidad de cómo se hacían las cosas allí.
Pero no me quedaba otro remedio que tragar.
No tenía escapatoria, e incluso, me intentaba convencer a mi mismo de que hasta
aquí me habían traído las personas que me querían. Esto no podía ser malo.
Simplemente es que yo no estaba acostumbrado a eso. Necesitaba tiempo para
adaptarme. El problema era yo y no mi entorno. Yo no iba a llevar la razón.
Todo el mundo estaba equivocado excepto mi corazón, el alma de mi vida, y yo,
mi persona racional.
En fin este es el principio de unos relatos
que iré escribiendo e, espero que no os aburran.
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